Gracias Carlos Monsiváis. Gracias por enseñarnos sobre el Tianguis del Chopo, sobre los Danzones de Agustín Lara, sobre el Niño Fidencio y sobre por qué a muchos mexicanos les gustan los cuadros con colores chillones.
También por ayudarnos a llegar hasta la profundidad misma de esa cultura portentosa y admirada que es la cultura del pueblo mexicano.
Por otra parte quisiera decirle que cada vez que lo leemos nos quedamos con una convicción por cierto excitante: intuimos que de todo aquello sobre lo que diserta o escribe usted, sabe mucho más de lo que vuelca sobre el papel. por cierto creo que en esa cualidad radica la magia de los grandes cronistas, de aquellos que registran su tiempo ayudando a los otros, para que ese mismo tiempo sea comprendido.
Cientos de nuestros compatriotas, que en los años oscuros fueron recibidos fraternalmente por su país, pudieron acceder a la profundidad y la sutileza de la cultura mexicana a través de sus textos y pudieron descubrir así la verdadera trastienda de la sociedad que los auxiliaba y los albergaba.
Hoy nos sentimos doblemente felices. Por tenerlo entre nosotros y porque a través de su presencia podemos homenajear y distinguir a ese capítulo de nuestra cultura colectiva que tanto nos hace falta para saber de dónde venimos y hacia dónde vamos. Usted es la crónica de México y la crónica de México es parte esencial de la gran crónica de nuestra América.
Recuerdo que no hace mucho, en la Feria del Libro de Buenos Aires, usted supo expresar su solidaridad con el pueblo argentino, con los que más sufrieron y sufren.
En ese entonces usted sostuvo que aquella crisis no podía desligarse del conjunto de la crisis latinoamericana y que, lejos de quedar en nuestras fronteras, más allá de éstas se estaba generando un escenario mucho más amplio, terrible y dramático que no parecía ceder.
Hoy vivimos nuevos tiempos. En nuestro continente, millones de personas se esfuerzan por salir de aquel escenario y por construir otro distinto, otro distinto y posible. Por eso es especialmente gratificante que usted esté entre nosotros y estamos seguros que en la agudeza de sus observaciones y en el filo y en la certeza de sus palabras y sus textos encontraremos muchas de las reflexiones necesarias para esta América Latina que está luchando por reconstruirse.
Pero además, con usted, Monsiváis, que es un amante desmedido de la poesía, hemos vuelto a disfrutar al poeta y diplomático que fue Amado Nervo, y con el mismo verso con que usted tituló su obra, esperamos decir con él:
....yo te bendigo vida
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos,
ni pena inmerecida
Muchas gracias.