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Rafael Antonio Bielsa

Lunes 15 Noviembre 2004
Discurso del Sr. Canciller Rafael Antonio Bielsa
17° Aniversario de Liberarte
Entrega de Premios

Estimados amigos:

Compartir hoy con ustedes el cumpleaños de Liberarte, un espacio cultural nacido a la luz del restablecimiento de la democracia en nuestro país, constituye para mi un motivo de singular satisfacción.

Quisiera asimismo destacar que, al aceptar públicamente el premio que han tenido la gentileza de otorgarme, premio a "la labor por la amistad y la paz entre los pueblos", lo hago con la convicción de que -más que un premio a la labor desarrollada- constituye un incentivo a trabajar más y mejor para contribuir, desde la función que a cada uno nos toca desempeñar ocasionalmente, en pos de un país y de un mundo más justo, solidario y racional a los ojos de todos sus habitantes.

Entiendo también que, en un contexto como el actual en permanente evolución, el compromiso es aún mayor. Al respecto, estoy convencido que nuestra obligación de trabajar por la paz y la amistad entre los pueblos y entre las naciones es particularmente apremiante cuando la paz se encuentra más amenazada y, por tanto, debemos evitar caer en el desánimo que nos pueda conducir a considerarla irremediablemente lejana.

Señoras y señores

Vivimos un momento muy particular de la historia universal. Un tiempo signado por cambios cuya dirección definitiva aún no conocemos, si bien sabemos con certeza que el mundo que conocimos quedó atrás y ya no volverá.

Ante la complejidad del mundo actual, procuramos desterrar en nuestra labor cotidiana dos males que -a mi entender- han afectado en forma recurrente la vida de los argentinos: el apego a providencialismos de diverso signo y la tentación de caer en la parálisis por el análisis. En tal sentido, estamos convencidos que -en sociedad con nuestros amigos de América Latina- tenemos la capacidad y los recursos para escribir nuestra propia historia, aún en el contexto del proceso de globalización.

Conscientes de nuestro destino común como región, y en el marco de un escenario mundial que nos enfrenta a numerosos y nuevos desafíos, las sociedades de América Latina están aunando sus esfuerzos para luchar contra las principales amenazas que ponen en riesgo nuestra seguridad y bienestar.

Me refiero a la pobreza, la desigualdad de ingreso, la falta de oportunidades educativas, el crimen internacional organizado, los desastres naturales y ambientales y la corrupción, entre otras. En este contexto, la Argentina tiene mucho que aportar, promoviendo en el plano internacional los mismos valores de democracia, igualdad, libertad, justicia social y participación que afirmamos en el plano interno.

Con esta convicción, les puedo asegurar que, tanto mis colaboradores y amigos como yo, encaramos nuestra labor cotidiana con la certeza de que cada logro que obtenemos en pos de nuestro objetivo prioritario (consolidar una auténtica democracia de ciudadanos, superadora de una mera democracia de electores) no es un fin en si mismo. Es tan sólo un paso más y un aliciente para voltear hacia nosotros mismos y exigirnos más en nuestros esfuerzos en favor de un mundo más seguro y justo, en el cual nuestros ciudadanos puedan aspirar a participar dignamente.

En síntesis, y particularmente en el marco del espíritu del evento que hoy nos convoca, me atrevería a afirmar que -al proponernos nuevas metas- deberíamos abrevar en la certera afirmación de Gandhi, quien aseveró "creer que lo que no ha ocurrido antes, no ocurrirá jamás es no creer en la dignidad del hombre".

Imbuidos de esta concepción, abogamos por la consolidación de la paz y el desarrollo, en el entendimiento que el concepto de paz no se agota en la ausencia de guerra. Al respecto, somos conscientes de la íntima interrelación que existe entre paz, seguridad, desarrollo, justicia y derechos humanos.

Queridos amigos

Señalé al comienzo mi satisfacción por haber sido invitado a este cumpleaños, tan significativo.

Quisiera, en tal sentido, destacar que espacios como Liberarte constituyen precisamente aportes valiosos para la paz, la solidaridad, la amistad y la vigencia efectiva de los derechos humanos, concebidos de modo integral.

Para rescatar el valor de estas iniciativas en el marco de los esfuerzos que nuestras sociedades desarrollaron y desarrollan para consolidar una democracia real, basta con cobrar conciencia de la certeza que, a lo largo de los tiempos, han tenido los dictadores: un poder absoluto requiere limitar la lectura a la lectura oficial. Ya Voltaire, de modo satírico, se refería al "terrible peligro de la lectura" pues disipa la ignorancia "que es custodia y salvaguarda de los Estados bien gobernados".

Cómo no comprender el espanto que une a los tiranos en esta materia, y la consiguiente historia universal de la censura, si conocemos la fuerza del arte y de la cultura para recorrer y esclarecer los ambiguos límites que separan la memoria del olvido, la verdad de la mentira, la realidad de la ficción, la literatura de la vida.

Al respecto, me gustaría concluir estas palabras citando a quien ha sabido como nadie expresar con elocuencia la responsabilidad que cabe a los artistas e intelectuales en general, y a los poetas en particular. Me refiero a Pablo Neruda, quien, en su discurso de aceptación del premio nobel de literatura, nos recordó lo siguiente:

"El poeta no es un pequeño dios. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree Dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños ... (Hace más de ciento treinta años), un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: Al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades ... El entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres."

Muchas gracias.