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Rafael Antonio Bielsa

Lunes 28 Febrero 2005
Discurso del Sr. Canciller Rafael Antonio Bielsa
Almuerzo en honor al canciller de la República Dominicana
Palabras del canciller Bilesa en honor al Ing. Carlos Morales Troncoso

Es para mi, así como para el Gobierno y el pueblo argentino, una gran satisfacción recibir en nuestro país a usted, Sr. Canciller, y a la distinguida delegación que lo acompaña.

Su visita da testimonio de la amistad y hermandad entre nuestros pueblos y es una muestra clara del interés por reforzar nuestras relaciones en diversos campos.

Con su presencia hoy aquí, vienen a mi memoria los gratos recuerdos de mi visita del año pasado a la tierra hermana dominicana, la que marcó el inicio de un dialogo más fraterno y cordial que nos permitirá intercambiar ideas y puntos de vista a nivel bilateral, regional y multilateral.

La Argentina y la República Dominicana han construido una extensa historia de amistad, solidaridad y afán de entendimiento mutuo. La distancia geográfica entre nuestras naciones no ha impedido vigorizar esos lazos.

Esos vínculos son antiguos, tal como lo demuestra aquel episodio histórico de 1920, cuando el presidente Hipólito Yrigoyen impartió la orden al comandante del Crucero 9 de Julio de navegar hasta el puerto de Santo Domingo y rendir honores al pabellón dominicano, como clara manifestación de reconocimiento de su soberanía, en momentos en que la República Dominicana estaba ocupada por una potencia extranjera.

Tampoco puedo olvidarme del vínculo que se dio entre dos de nuestros grandes escritores: Jorge Luis Borges y Pedro Henríquez Ureña. Borges decia: "al nombre de Pedro Henriquez Ureña vinculase tambien el nombre de América. Para Pedro América llegó a ser una realidad; las naciones no son otra cosa que actos de fe, y así como ayer pensabamos en Buenos Aires o de tal o cual provincia, mañana pensaremos en terminos de América toda".

Este escritor antillano no se equivocó. Hoy, tanto la Argentina como la República Dominicana estan trabajando para concretar una misma vocación: "ser americanos".

El afianzamiento de la democracia y la intensificación de los procesos de integración son dos criterios esenciales para trabajar en el presente, por un futuro mejor para nuestros ciudadanos.

La integración regional es uno de los instrumentos más apropiados para el destino común de nuestros pueblos y para asegurar, a las actuales y futuras generaciones, el desarrollo de sus potencialidades en el ámbito político, económico, social y cultural.

En ese sentido, destaco mi reciente encuentro en Tegucigalpa con los presidentes centroamericanos en el marco de la Cumbre Extraordinaria del Sistema de la Integración Centroamericana y el interés de mi país en explorar la posibilidad de establecer un mecanismo de diálogo y concertación política con los países de la región.

Ese tipo de iniciativas constituye una prueba de que se van quebrando las barreras del aislamiento y que existe una vocación integradora que nosotros, los gobernantes, debemos hacer realidad.

Durante el encuentro que mantuvimos hemos conversado sobre diversos temas de interés bilateral, regional y multilateral. Cabe destacar la reactivación de la cooperación técnica argentina a traves del FO-AR, el interés de nuestros países por encontrar una solución a la crítica situación que vive el pueblo haitiano, asi como la colaboración brindada por la Argentina en ocasión del huracán Georges y de la catástrofe climática en la localidad de Jimani.

Tambien pudimos identificar valiosas oportunidades de cooperación y entendimiento que debemos aprovechar para lograr la concreción de los verdaderos intereses de nuestros pueblos y para contribuir conjuntamente a alcanzar la consolidacion de un hemisfério pacífico, democrático y próspero.

Señor canciller,

Dominicanos y argentinos, quienes atravesamos un duro pasado y enfrentamos los límites del presente, podemos encontrarnos, intuyo, en Pedro Henríquez Ureña. En su vida y en su obra, que resumen como un manual escolar las inequidades de la realidad y las voluntades de los hombres sensibles por superarlas.

Encontrarnos en Henríquez, digo, en su azarosa vida -con pasado argentino-, en la trayectoria de su patria: el pasado colonial, el aluvión inmigratorio, la formación del estado, la modernidad y percibir en todas esas etapas geológicas compartidas por las sociedades latinoamericanas la lucidez implacable de los mejores hombres atravesando como luces brillantes el totalitarismo, el discurso estigmatizante, la miseria económica, los prejuicios racistas y las mencididades espirituales.

Y apropiarnos también de la obra y la vida de Manuel Cabral Tavares, quien residiera mucho tiempo en Argentina, adonde contrajera matrimonio y publicara su primer libro, quien cultivó con fruición la prosa, el verso y la pintura, junto a la fina diplomacia. Ese poeta en libertad, comprometido con su país y su época, simple y culto, salvaje y refinado, sensualista y metafísico, regional y universal. Ese Cabral Tavares que le cantara al compadre Mon "sólo un hombre está allí, y es tan humano, que ya puedo saber, viendo sus dedos, a qué sabe la tierra en una mano".

En esos hombres está la salida: el rescate de un proyecto democrático, incluyente, sensible, popular: el rostro mejor de la patria. Refugiémonos en ellos. Y protejámonos, junto a ellos, como los dominicanos, con la Piedra del rayo, esa hacha precolombina que se pone en la puerta de la casa para que nos cuide de las maldades del clima y de la vida. Y seamos mejores gracias a la primer agua de mayo, que como bien saben, se debe recoger con las manos y pasar por la cara para purificarse.

Permítame brindar por la felicidad de nuestros pueblos, por su futuro personal, el de su familia y de todos los aquí presentes.