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Rafael Antonio Bielsa

Jueves 17 Marzo 2005
Discurso del Sr. Canciller Rafael Antonio Bielsa
Aniversario del atentado a la Embajada de Israel
Acto recordatorio en Suipacha y Arroyo

Queridos vecinos de la ciudad de Buenos Aires.

Durante los diversos bombardeos que se sucedieron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial cientos de niños quedaron huérfanos y quedaron condenados a la miseria.

Los más afortunados fueron rescatados y alojados en campamentos de refugiados donde recibieron alimento, y buen cuidado.

Sin embargo la mayoría de estos pequeños no lograba conciliar el sueño. Es que habían perdido tanto, tanto, que temían dormirse porque el despertar entrañaba la posibilidad de encontrarse nuevamente sin comida, sin hogar, y nada parecía poder asegurarles lo contrario.

El martes 17 de marzo de 1992 amaneció caliente e insospechado, nunca imaginamos que esa tarde el mundo iba a estallar en la esquina de Suipacha y Arroyo dejándonos el alma en carne viva y los sueños en jirones.

A nosotros, a los que éramos entonces, el sinsentido también nos sepultó bajo los escombros.

El aire se volvió irrespirable para todos, sin distinguir entre israelíes y argentinos, judíos y no judíos. Y ese humo gris se nos impregnó de tal modo, de tal manera, que nunca más nosotros volvimos a ser los mismos.

Descubrimos que el dolor instaura una cotidianeidad propia, de recuerdos, monólogos, de posibilidades, imposibilidades, ventajas y desventajas.

Descubrimos que el dolor crea un halo en la persona como si brotara la esencia de lo que ya no está, de lo que se desvanece, lo que no hay, lo que no se puede; y es esa misma estampa la que convoca, y desaloja, compromete y expulsa.

Y fueron muchas las veces que la verdad se nos dibujó y desdibujó detrás de esa explosión y la esperanza de encontrar justicia se nos cayó de las manos.

Pero siempre quedó la memoria, y con ella ensayamos alternativas para abrirnos paso ante la desintegración de lo que hasta entonces habíamos conocido.

Pero como se decía alguna vez, "ellos y ellas nos heredaron, no un mundo nuevo, completo y acabado pero sí algunas claves y pistas para unir esos fragmentos dispersos, armar el rompecabezas de ayer, abrirle una rendija al muro, dibujar una ventana, construir una puerta. Porque es bien sabido que las puertas fueron antes ventanas, y antes fueron rendijas, y antes fueron y son y serán memoria".

Un día en los albores de 1945 en el campamento de los niños huérfanos, refugiados luego de varias noches de infantil vigilia, alguien tuvo la idea de darles a cada pequeño, un pedazo tibio de pan para aferrar a la hora de ir a la cama y, logró de este modo que los niños pudieran descansar.

Es que el tomar esa masa tibia entre sus manos, les recordaba las horas de más fría oscuridad, que habían comido y que al día siguiente lo harían nuevamente; que habían vencido la muerte y que habían comenzado a vencer al horror.

Quiera Dios que también nosotros en la hora de mayor oscuridad, podamos recordar que la verdad es posible más allá de quienes procuraron olvidarla; que la justicia es posible y que, como reza el deuteronomio, perseguirla es necesario para poder seguir viviendo; para vencer la muerte de nuestros seres queridos y la nuestra propia, para conjurar el horror.

Quiero decirles en nombre del Gobierno del Presidente Kirchner que nuestro compromiso, responsable en averiguar quiénes fueron, encubrieron, por qué razón lo hicieron, es inclaudicable.

Quiero decirles que este Gobierno no tiene ningún compromiso, ni político ni diplomático que lo obligue a seguir defraudando.

Quiero decirles que el Estado no se desentenderá, que la sociedad no minimizará y que la impunidad, en lo que depende de nosotros, más temprano que tarde, será vencida.

Muchas gracias.