Señoras y señores:
Es muy grato para mí poder participar de este importante foro, por lo que quiero destacar la pertinencia de la iniciativa y agradecer especialmente a los organizadores su interés en debatir sobre las perspectivas de consolidación económica de la Argentina.
El gobierno del Presidente Kirchner viene realizando un importante esfuerzo para apuntalar el programa económico interno, mejorar la posición internacional del país y reinsertarlo plenamente en el mundo.
Como ustedes sabrán, nuestro país se encuentra superando una de las crisis más formidables de su historia, y hoy muestra tasas de crecimiento alentadoras con estabilidad de precios, con creación de empleo y con un nivel de superávit fiscal primario sin precedentes.
En este marco, quisiera aprovechar esta convocatoria al diálogo para reflexionar sobre la situación de la Argentina en el mundo, comenzando por plantear una situación sobre la que considero necesario que realicemos una franca y abierta reflexión.
A lo largo de los últimos diez años, la valoración internacional del país no ha corrido pareja con su situación interna.
Durante los noventa, si bien las políticas de ajuste instrumentadas para estabilizar la economía y detener la inflación permitieron que el país creciera durante algunos años, en el mediano plazo nos llevaron al colapso. No obstante, en ese período en el que se incrementó notablemente el endeudamiento externo, se profundizó el déficit fiscal y se deterioró profundamente la situación sociolaboral, la Argentina era presentada ante el mundo como un ejemplo a seguir por los países emergentes.
En la actualidad, cuando el país se recupera y crece a tasas que superan los diagnósticos más auspiciosos, alcanza un nivel de superávit fiscal consolidado sin precedentes y cancela deuda neta con los organismos financieros multilaterales, hay quienes nos acusan de ser poco confiables.
Sin embargo, la Argentina de hoy es un país que ha optado por sincerar sus opciones, dejando atrás las sobreactuaciones del pasado. Dicho en términos muy simples, nuestro objetivo central es lograr que cuando el mundo se dirija hacia nosotros nos encuentre en el sitio donde anunciamos que íbamos a estar. Seguramente habrá quienes no estén de acuerdo con nuestras posiciones, pero sabrán dónde ubicarnos porque la prédica y la práctica convergen.
En el marco de nuestros lineamientos de política exterior, la Argentina ha reforzado notablemente su inserción y su presencia en América Latina. Hemos revitalizado nuestros vínculos con todas las naciones de la región, profundizamos nuestra asociación estratégica con Brasil y Chile, y concretamos importantes acuerdos con Venezuela y Bolivia.
Asimismo, considero oportuno ratificar la importancia que posee para la Argentina nuestra relación con los Estados Unidos; una relación madura de cooperación y de amistad, basada en el respeto de nuestras identidades nacionales.
En ese sentido, no podemos menos que reconocer el papel determinante que en su momento el gobierno norteamericano supo desempeñar en el marco de las complejas negociaciones financieras con el Fondo Monetario Internacional, que resultaron de la grave crisis económica y social a la que antes aludí. Ya que los efectos de aquella crisis son aún patentes y nos acompañan todavía, confiamos en que la actual coyuntura sea percibida con la misma comprensión por nuestros amigos.
Los principios de la política exterior argentina se han manifestado, además, en cada una de nuestras intervenciones en los distintos foros regionales e internacionales, en los cuales expresamos una clara posición respecto de la promoción del crecimiento económico con equidad, el respeto de los derechos humanos, la defensa del multilateralismo y la vigencia del derecho internacional, como mecanismos idóneos para enfrentar amenazas y dirimir conflictos.
Con idéntico énfasis, condenamos con firmeza las atroces acciones del terrorismo internacional y sus delitos conexos, que tan macabras y profundas huellas ha dejado en la memoria del pueblo argentino y de otros pueblos hermanos del mundo.
En el plano nacional, impulsamos un conjunto de transformaciones integrales, orientadas a la construcción de un país con reales posibilidades de ofrecer respuestas a los problemas que nos toca enfrentar.
Propiciamos un Estado eficiente, responsable y transparente, alejado del clientelismo y de la corrupción. Estamos empeñados en impulsar políticas que apuntalen el crecimiento sustentable de nuestra economía, estimulando la producción y el incremento diversificado de las exportaciones.
El apoyo a las actividades del sector privado argentino es una firme prioridad de nuestra Cancillería que cuenta, entre sus actividades, con el diseño de estrategias comerciales orientadas a apuntalar a los empresarios nacionales, en la búsqueda de mercados con los que nuestras exportaciones tengan complementariedad productiva.
Pero por mucho que nos esforcemos, no podremos avanzar solos en nuestro empeño por consolidar un proceso de crecimiento económico con equidad social y asegurar estándares de vida dignos para el conjunto de nuestros ciudadanos. Para realizar plenamente estos propósitos, para que nuestras capacidades puedan desplegar todo su potencial, necesitamos contar con un orden internacional equilibrado y solidario, que resuelva las asimetrías y promueva la cooperación para el desarrollo de los países más postergados.
Vivimos en un mundo en el cual cada suceso ocurrido en una determinada latitud gravita en forma decisiva sobre las demás. Debemos evitar que esta creciente interdependencia se convierta en un circulo vicioso, del que todos saldríamos perjudicados, portando una visión innovadora y proactiva.
En ese sentido, no puedo dejar de mencionar las dificultades que hoy se nos presentan en el plano comercial, principalmente en lo relativo al comercio de productos agrícolas, donde las políticas proteccionistas de los países más desarrollados profundizan las asimetrías y lesionan seriamente la equidad al estrechar nuestras posibilidades de generar riqueza.
Atendiendo a la necesidad de revertir esta situación, nuestro país ha decidido participar activamente en los diversos foros y ámbitos de negociación con una postura constructiva, coherente con los intereses regionales y abierta al diálogo.
Dicha postura ha quedado demostrada, por ejemplo, en la posición que asumimos, junto con los demás países del G-20, en la Quinta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio celebrada en Cancún. A pesar de los resultados de ese encuentro, nuestro país ha venido trabajando para avanzar en la liberalización y la reforma del comercio agrícola internacional, así como para lograr la integración total de este sector a las disciplinas de la OMC.
De tal modo, observamos con optimismo el acuerdo marco recientemente celebrado en el seno de dicha organización para reformular el intercambio de productos agrícolas y reducir paulatinamente los subsidios a las exportaciones, ya que contiene compromisos explícitos contra el proteccionismo por parte de los países más desarrollados.
A nuestro entender, este giro implica un avance potencial para las exportaciones argentinas, y confiamos en que sus efectos se verán materializados en el corto plazo. La Argentina considera auspicioso que comiencen a cumplirse los objetivos trazados en la Ronda de Doha, reencauzando las negociaciones comenzadas en Cancún.
Una mención especial merece el Mercosur, que ofrece un mercado ubicado entre las diez economías más grandes del mundo, y cuyo perfeccionamiento y ampliación constituyen una clara prioridad de la política exterior de la República Argentina.
Desde la Cancillería, concebimos a la integración regional como un camino ineludible para posicionarnos ventajosamente en el mundo global y ensanchar nuestros espacios comerciales, objetivos vitales para consolidar el proceso de recuperación económica de nuestro país.
Estamos convencidos de que el mundo actual no hay futuro para proyectos de desarrollo de alcance estrictamente nacional, y es por eso que damos a la integración regional un sentido mucho más abarcador que el de un simple acuerdo comercial.
El Mercosur es, ante todo, un proyecto político, un espacio de ampliación de la autonomía estatal capaz de gobernar la inserción de nuestros países en el mundo.
Hoy observamos una clara aptitud integracionista por parte de los gobiernos de nuestra región, que no es simplemente retórica sino que se ha mostrado concretamente durante el 2003 y en lo que va del presente año:
En la reunión de la OMC en Cancún, donde surgió el G-20. En las discusiones sobre el ALCA, en cuyo marco se aceptó el formato de negociación "4+1" como una regla de juego reconocida y aceptada. En el desarrollo de nuevas relaciones con el Asia-Pacífico y la India. En los acuerdos para trabajar en conjunto con la representación brasileña ante el Consejo de Seguridad de la ONU. En los acuerdos de Buenos Aires y de Copacabana firmados por los Presidentes Lula y Kirchner, que establecieron la necesidad de llevar adelante una acción conjunta sobre el tema de la deuda ante los organismos de crédito multilaterales.
Nuestra principal apuesta es fortalecer institucionalmente el Mercosur, porque advertimos que el perfeccionamiento de los órganos del bloque, la previsibilidad en la observancia y aplicación de las normas que de ellos emanan y el desarrollo de los mecanismos para resolver las controversias comerciales constituyen elementos que apoyan al propio proceso y mejoran su credibilidad frente a terceros países e inversores.
En el mismo sentido, estamos comprometidos con el progreso de la agenda de trabajo 2004-2006 aprobada por todos los socios del bloque, que incluye metas ambiciosas en materia de reforzamiento del arancel externo común, articulación macroeconómica, desarrollo del Parlamento Mercosur y de programas integrados de infraestructura, entre otros temas vitales.
El éxito del Mercosur está íntimamente entrelazado con la posibilidad de avanzar en nuestro proceso de recuperación del mercado interno, del trabajo y de la producción nacional. Desde esta perspectiva, creo que no es oportuno evaluar la marcha del Mercosur desde una visión estrecha y coyunturalista. Por el contrario, hay que entender que los procesos de integración política son prolongados y complejos; y que demandan voluntad política, visión estratégica y paciencia.
En cuanto a las negociaciones bi-regionales con la Unión Europea, estamos comprometidos en un proceso de discusiones cuyo fin es alcanzar un marco apropiado para la expansión del comercio entre ambos bloques.
Con la Comunidad Andina de Naciones, por su parte, hemos concretado un Acuerdo de Libre Comercio que integra prácticamente a toda Sudamérica en un bloque de 350 millones de habitantes, señalando un punto de inflexión en el relacionamiento de nuestras economías al fortalecer las bases para el incremento de nuestros intercambios, la integración industrial y la inversión.
Al mismo tiempo, en el pasado mes de junio tuvo lugar en Beijing el V Encuentro de Diálogo entre el Mercosur y China, en forma coincidente con la visita del Presidente Kirchner a ese país. Allí se resolvió crear un Grupo de Enlace para dar un seguimiento permanente a los temas de interés mutuo en los campos económico y de cooperación, así como para definir los términos de referencia de un estudio de factibilidad de un acuerdo comercial.
Esta misión, primera en el Asia Pacífico e integrada por más de 300 empresarios de los Estados parte, ha reflejado la importancia que nuestros gobiernos asignan a dicho mercado, así como el interés que despierta en nuestros sectores productivos la dinámica actual de la inserción de China en las corrientes del mercado mundial.
Estas son algunas de las acciones que impulsamos desde la Cancillería argentina para desarrollar un nuevo modelo de país que se proyecte al mundo desde sus perfiles productivos, aumentando y mejorando el acceso de nuestros productos a los mercados internacionales.
En resumidas cuentas, propiciar nuevos enfoques para facilitar la reestructuración sostenible de las deudas soberanas, generar esquemas equilibrados de liberalización comercial, disminuir barreras y eliminar subsidios que permitan a los países en desarrollo mejorar sus posibilidades de exportar, son algunas de las asignaturas pendientes más urgentes que nos presenta el mundo.
De tal modo, nuestro gobierno entiende que las mejores instancias y los instrumentos más eficaces para plasmar los objetivos y los valores que portamos son aquellos que brindan el multilateralismo, la integración regional y una mayor y más equitativa apertura del comercio internacional.
A modo de cierre, quisiera dejar planteada una reflexión vinculada con la discusión que se abordará a lo largo de esta jornada de trabajo.
Los logros alcanzados en materia económica -que se analizarán en detalle a lo largo de esta mañana- nos permiten ser optimistas respecto del proceso de recuperación interna que experimenta en la actualidad nuestro país. La economía argentina está estabilizada y transitando un proceso de crecimiento con grandes perspectivas de sostenibilidad, en cuyo marco surgen nuevas oportunidades de negocios.
No obstante, afrontamos el desafío de lograr que esa recuperación redunde en el mejoramiento de las condiciones de vida del conjunto. A propósito, es dable recordar que la Cumbre Extraordinaria de las Américas celebrada en Monterrey jerarquizó el concepto de crecimiento económico con equidad para reducir la pobreza. Allí se reafirmó, además, que si bien cada país es el principal responsable de su propio desarrollo económico y social, es preciso que la comunidad internacional apoye los esfuerzos nacionales a través de la cooperación y de la movilización de recursos.
En virtud de esta visión, la Argentina continuará trabajando para fortalecer una comunidad de naciones que nos permita estimular el crecimiento sustentable de nuestra economía, promover la equidad y asegurar un marco adecuado para el desarrollo humano de nuestros ciudadanos. Una comunidad asentada en la justicia y la solidaridad, que nos conduzca a un futuro más esperanzador para el conjunto.
Muchas gracias.