Señores miembros del servicio exterior de la nación,
Señores aspirantes,
Estimados amigos,
Poner hoy en funciones al nuevo director del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, el embajador Horacio Basabe, constituye para mí un motivo de especial satisfacción.
Al asumir la titularidad de la Cancillería, hace poco más de un año, destaqué la importancia de contar con la colaboración del Cuerpo Permanente del Servicio Exterior de la Nación, uno de los escasos cuerpos profesionales de nuestro Sector Público. Transcurrido mi primer año de gestión, no puedo sino ratificar dichos conceptos y felicitar al embajador Basabe por haber aceptado asumir una responsabilidad central para el futuro de nuestra nación: coordinar la formación de los diplomáticos argentinos del siglo XXI.
Quiero, asimismo, aprovechar esta ocasión para agradecer la dedicación puesta de manifiesto por el director saliente, el embajador Sanchis Muñoz, quien fue protagonista privilegiado de la incorporación a la Cancillería de varias promociones de graduados que encaran con solvencia las exigencias de la profesión que han elegido.
Señoras y señores:
Hace pocos días, en ocasión de la visita del Sr. Canciller del Perú a la República, me referí al informe sobre el estado de las democracias en América Latina presentado recientemente por el Programa para las Naciones Unidas para el Desarrollo. Las conclusiones de dicho informe indican que -en materia de vigencia y extensión del sistema de elecciones libres, periódicas y regulares- nuestra región ha superado el último gran desafío del siglo XX: la transición a la democracia.
No obstante, el mismo informe advierte que América Latina se ha vuelto -en términos relativos- el área más desigual del mundo y que la pobreza y la inequidad minan el contenido de la democracia. La situación en la gran mayoría de las naciones de la región nos recuerda asimismo que, si bien el progreso en materia de derechos humanos es una de las tendencias más alentadoras del proceso de democratización regional, debemos aún lograr una mejora sustantiva proporcional en el campo de la protección y promoción de los derechos humanos de segunda y tercera generación. Enfrentamos así el primer gran desafío del siglo XXI: transformar la democracia de electores en una democracia de ciudadanos.
América Latina en general, y la Argentina en particular, deben identificar las alternativas que presenta el actual contexto mundial -complejo, sumamente asimétrico y en rápida evolución- para definir el perfil de inserción internacional que favorezca el modelo alternativo de desarrollo sostenible y crecimiento económico con equidad social. Identificar correctamente el paradigma de política exterior que mejor satisface nuestros intereses resulta imperativo para aprovechar los beneficios que brinda la globalización y, simultáneamente, mitigar los efectos internos desfavorables.
Al respecto, el Gobierno argentino está convencido de que, en el escenario actual, la única opción racional es trabajar -eficaz y creativamente- en pos de la plena integración de la región. De ese modo, fortaleceremos y ampliaremos nuestra capacidad negociadora con el resto del mundo.
Tenemos la capacidad y los recursos para escribir nuestra propia historia en el marco de la globalización y nuestro camino es la integración regional. El Mercosur y sus países asociados ocupan un territorio significativo en el mapa del hemisferio americano. Debemos aprovechar el potencial del conjunto. Si admitimos que no hay destino individual para los países de la región, reconoceremos que la integración sudamericana constituye nuestra energía vital y un recurso de poder que es necesario maximizar.
Cobraremos así conciencia de nuestro destino común como región y de que -más allá de las complejas construcciones teóricas- los objetivos prioritarios de la política exterior, íntimamente vinculada a la política interna, son promover el crecimiento del país y garantizar el bienestar de los ciudadanos. Ese destino común y esa centralidad del ser humano que Pablo Neruda describía de este modo: "no hay soledad inexpugnable... Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común".
En un escenario mundial que nos enfrenta a numerosos y nuevos desafíos, las sociedades de América Latina deben aunar sus esfuerzos para luchar contra las principales amenazas que ponen en riesgo su seguridad y bienestar: la pobreza, la desigualdad de ingreso, la falta de oportunidades educativas, el crimen internacional organizado, los desastres naturales y ambientales, el terrorismo internacional y la corrupción, entre otras. En este contexto, la Argentina -siendo consecuente con lo mejor de nuestros principios y nuestras tradiciones de política exterior- tiene mucho que aportar, promoviendo en el plano internacional los mismos valores de democracia, igualdad, libertad, justicia social y participación que afirmamos en el plano nacional.
En tal sentido, el afianzamiento y modernización de las instituciones democráticas nacionales se corresponde con el fortalecimiento y actualización de los organismos internacionales; el principio de la igualdad de los ciudadanos, con la igualdad entre los estados; el objetivo de lograr mayores niveles de bienestar y equidad social, con el propósito de consolidar un sistema multilateral de comercio abierto, equitativo y no discriminatorio para acceder a los mercados sin competencia desleal; la cohesión social, con la integración regional; la solidaridad social, con la solidaridad latinoamericana; el resguardo de la paz y la seguridad interior, con la enérgica condena del terrorismo y la consolidación de la zona de paz en nuestra región.
Estos son los principios y valores que nuestros diplomáticos están llamados a promover, conscientes de que reconocemos en el multilateralismo y en la vigencia de una efectiva cooperación internacional, la única manera de construir un mundo más seguro, solidario y racional. Conscientes asimismo de la necesidad de trabajar para adecuar las instituciones de ayer al mundo de hoy y así preservar lo que se ha dado en llamar bienes públicos globales.
Señoras y señores:
Comencé mi exposición felicitando al embajador Basabe por haber asumido la responsabilidad de coordinar la formación de los diplomáticos argentinos del siglo XXI, jóvenes profesionales que ingresan al Servicio Exterior de la Nación en un momento muy particular de la historia universal. Un tiempo signado por cambios cuya dirección definitiva aún no conocemos, si bien sabemos con certeza que el mundo que conocimos quedó atrás y no volverá.
La complejidad del mundo actual requiere cada vez más de un cuerpo diplomático profesionalizado y altamente capacitado, integrado por funcionarios conscientes tanto del privilegio como de la responsabilidad que implica asumir la representación de la nación y defender sus intereses.
Conozco las exigencias del proceso de selección que deben atravesar quienes se postulan para ingresar al isen, así como la capacitación que el instituto brinda tanto a los aspirantes como a los funcionarios del cuerpo permanente a lo largo de su carrera. La rigurosidad del proceso de selección así como la formación continua resulta cada vez más necesaria. Y cuando me refiero a la formación, no estoy pensando sólo en los títulos académicos que -si bien necesarios- por si solos no son suficientes para enfrentar la vida diplomática. La competencia académica constituye el complemento ineludible de requisitos esenciales tales como: firmeza en los principios y valores, prudencia, creatividad, comprensión de los cambios, liderazgo -entendido como un fenómeno no sólo individual sino también social-, adaptación transcultural, conciencia social y predisposición para trabajar en equipo. Entiendo que estas capacidades son indispensables para pensar el futuro a partir de una mirada reflexiva sobre la contingencia mundial actual y una adecuada interpretación de nuestra identidad, de modo tal de hacernos cargo de la historia y no quedar a la deriva de tiempos aciagos, aferrados a modelos tradicionales que ya no son adecuados.
El Instituto del Servicio Exterior de la Nación ha dado muestras -a lo largo de sus más de cuarenta años de existencia- de que constituye una herramienta idónea para la formación de profesionales capaces de afrontar con eficacia los retos que plantea la planificación e instrumentación de la política exterior. Al respecto, basta con recordar que la primera mujer -y hasta ahora lamentablemente la única- que ha accedido a la titularidad de esta cartera, Susana Ruiz Cerutti, es precisamente una profesional destacada egresada de una de las primeras promociones del ISEN. En la actualidad, diplomáticos argentinos ocupan altas responsabilidades en el sistema internacional y regional, vinculados a temas prioritarios de la agenda que impulsa la argentina como la integración regional, el desarme y la no proliferación y la Corte Penal Internacional.
El prestigio que el ISEN ha sabido conquistar es -sin duda- un motivo de orgullo. No obstante, coincidirán conmigo en que en estos momentos, debe ser también un aliciente para voltear hacia nosotros mismos y exigirnos más, para desarrollar todo el potencial de nuestras capacidades en la construcción de un mundo más justo y en la asistencia a nuestros ciudadanos que aspiran a participar dignamente en un mundo globalizado.
Señoras y señores:
A Horacio Basabe no es necesario darle la bienvenida al Instituto del Servicio Exterior de la Nación. No sólo es egresado del ISEN; a lo largo de su carrera profesional se ha desempeñado como profesor de Derecho Diplomático y de Derecho Internacional Público. La diplomacia y la docencia aparecen así unidas en la vocación del nuevo director del ISEN, instituto que por primera vez queda a cargo de un funcionario egresado de sus aulas. En la decisión de designar a Horacio Basabe, prevaleció la consideración de su perfil de diplomático - docente.
Estoy convencido que el embajador Basabe transmitirá a los jóvenes aspirantes y diplomáticos la vocación de servicio y los principios y valores que ha puesto de manifiesto a lo largo de su carrera profesional. Me refiero a principios, capacidades y valores a los que otorgo particular importancia: comportamiento ético, curiosidad intelectual, capacidad crítica, imaginación, creatividad, habilidad para procurar consensos, eficacia para lograr los objetivos propuestos, eficiencia en el aprovechamiento de los recursos disponibles y, fundamentalmente, coraje para defender lo que consideramos justo.
En un mundo donde a veces parece imperar o bien la resignación o bien el nihilismo, quisiera destacar la importancia de los principios citando a Luis María Drago, quien al respecto afirmó: "creo que en política y en circunstancias difíciles, la verdadera destreza consiste en una valerosa buena fe. El carácter salva a los hombres de muchos peligros en que la sutileza naufraga, y es una firme sinceridad lo único que puede dar solidez al éxito o dignificar la derrota. Los principios que se ajustan al ideal inmanente de justicia valen por sí y poco importa la fuerza de que se disponga cuando son proclamados. Tarde o temprano se imponen."
Muchas gracias.