Inicio / Noticias / Discursos

Rafael Antonio Bielsa

Lunes 6 Septiembre 2004
Discurso del Sr. Canciller Rafael Antonio Bielsa
Ceremonia de egreso de las promociones XXXVI y XXXVII del Instituto del Servicio Exterior de la Nación
Discurso de apertura de la ceremonia

Señor Presidente de la Nación
Señores Secretarios y Subsecretarios
Señores Miembros del Servicio Exterior de la Nación
Amigos y amigas,

Encontrarme con ustedes en esta ceremonia en la que se recibe formalmente a dos generaciones de jóvenes que han elegido la carrera diplomática, constituye para mi un motivo de particular satisfacción.

Entiendo asimismo que el Dr. Néstor Kirchner, al recibirnos hoy en la Casa de Gobierno y presidir esta ceremonia, nos envía a todos un mensaje inequívoco respecto de la importancia que el Jefe de Estado y el Gobierno en su conjunto asignan a la política exterior de la Nación. Esta ceremonia también implica un reconocimiento explícito del valor que otorgamos a la posibilidad de contar con un cuerpo diplomático profesional, altamente capacitado para afrontar con eficacia los retos que plantea la instrumentación y planificación de la política exterior en un contexto internacional complejo, asimétrico y en rápida evolución.

Señoras y señores,

Hace poco menos de tres meses, en ocasión de poner en funciones al señor Director del Instituto del Servicio Exterior de la Nación, nuestro común amigo el Embajador Horacio Basabe, destaqué la trascendencia de la labor que desarrolla el ISEN, así como el reto que implica asumir la responsabilidad de coordinar la formación de los diplomáticos del siglo XXI, que comienzan su carrera en un momento muy particular de la historia universal, un tiempo signado por cambios cuya dirección definitiva aún no conocemos, si bien sabemos con certeza que el mundo que conocimos quedó atrás y no volverá.

En un contexto en que han menguado las certezas del pasado, nos hemos propuesto construir un mundo más justo, solidario y racional y superar en forma definitiva el síndrome que -parafraseando a Cavarozzi- caracterizó el fin del siglo XX en América Latina: "el síndrome del crecimiento amenazado, la inequidad creciente y la democracia irrelevante".

Para que ello sea posible, resulta imperativo identificar correctamente -e instrumentar con eficacia y eficiencia- el paradigma de política exterior que mejor satisface nuestros intereses en un marco caracterizado por el uso abusivo y desequilibrado de recursos naturales finitos, la influencia desmesurada de los flujos de capital financiero en el desarrollo de las naciones y el uso de la fuerza como árbitro de las relaciones internacionales en detrimento del multilateralismo.

La política exterior está íntimamente vinculada con la política interna y sus objetivos prioritarios son promover el crecimiento del país y asegurar el bienestar de los ciudadanos. Por tanto, ante los críticos problemas que afectan a nuestra región, América Latina en general y la Argentina en particular deben identificar las alternativas que presenta el escenario mundial actual para definir el perfil de inserción internacional que favorezca el modelo alternativo de desarrollo sostenible y crecimiento económico con equidad social y permita aprovechar los beneficios que brinda la globalización, mitigando simultáneamente los efectos internos desfavorables.

Al respecto, podemos afirmar con entusiasmo que los acuerdos alcanzados en la Cumbre del MERCOSUR y países asociados que tuvo lugar en la ciudad de Iguazú a comienzos del mes de julio indican que existe actualmente consenso y convicción acerca de que la integración plena de nuestra región constituye la única opción racional en el contexto mundial actual. Me atrevería a decir que existe conciencia de que ya no hay posibilidades de desarrollo aislado para los países de América del Sur. En tal sentido, nuestro Gobierno aboga por un proyecto regional comprehensivo, orientado a la creación de un espacio sudamericano que brindará nuevas oportunidades para el crecimiento y el desarrollo de nuestros países, proyecto que debemos cimentar con grandeza de miras.

El Gobierno argentino está igualmente convencido de la necesidad de aprovechar la oportunidad que nos brinda la comunidad de principios que compartimos con nuestros principales socios de la región para promover -en forma conjunta y coordinada- en el plano internacional, los mismos valores de democracia, igualdad, libertad y justicia social que afirmamos en el plano nacional.

Nuestro proyecto de integración implica consolidar la amistad y la comunidad de destino de América Latina, conscientes de que el MERCOSUR y su ampliación hacia la creación de un espacio sudamericano constituye una opción decisiva en un espacio global interdependiente, en el cual la capacidad de actuar de manera coordinada y concertada es un recurso de poder que debemos ser capaces de aprovechar y maximizar. La configuración de nuestra región como un actor político con capacidad de incidir de modo efectivo en el escenario internacional constituye un factor central para defender nuestros intereses, abrir espacios al desarrollo, articular acciones que mitiguen la vulnerabilidad, ampliar las posibilidades de acceso a los mercados sin competencia desleal y dotar a la globalización de instituciones que la regulen y la tornen más equitativa.

Al respecto, vale la pena recordar que hace casi cuarenta años, al clausurar el Concilio Vaticano II en el año 1965, el Papa Pablo VI describió lo que aún no se conocía como globalización en los siguientes términos: "nadie en el mundo es un extraño, nadie está excluido, nadie está lejos". Casi cuarenta años después, asistimos al fracaso del paradigma de la aquiescencia pragmática y de la monetización de las relaciones internacionales abrazado por la Argentina en los ´90 para satisfacer nuestro interés nacional. En este contexto, estamos plenamente comprometidos con nuestros socios de la región para trabajar en forma coordinada en pos de un orden internacional solidario y multilateral. Estamos uniendo nuestros esfuerzos para forjar una comunidad de naciones que procure fortalecer la justicia y estimular el crecimiento sustentable de nuestras economías. Una comunidad asentada en el respeto al derecho, fundada en el modelo de la cooperación, adecuando las instituciones de ayer al mundo de hoy con el fin de preservar los bienes públicos globales.

Señoras y señores,

He esbozado brevemente los grandes trazos del desafío que deberán afrontar los jóvenes profesionales que hoy han jurado fidelidad a la Nación y a la Constitución Nacional en el ejercicio de las responsabilidades que implica pertenecer al Servicio Exterior de la Nación.

Al respecto, conociendo la elevada exigencia de los exámenes de ingreso al ISEN así como la alta calidad académica del cuerpo de docentes del Instituto, estoy convencido de que los integrantes de estas dos nuevas promociones se encuentran plenamente capacitados para encarar con solvencia las responsabilidades y retos de la profesión que han elegido y constituirán un valioso aporte a la labor de sus colegas. Sé también que son conscientes de que no se puede concebir honor más grande que asumir la representación del país, defender sus intereses y los de nuestros ciudadanos.

Al comenzar estas palabras, señalé que las generaciones más jóvenes de diplomáticos comienzan su carrera en un momento muy particular de la historia universal, un tiempo signado por cambios cuya dirección definitiva aún no conocemos. Quienes se integran hoy a nuestro Servicio Exterior tendrán el enorme privilegio de contribuir con sus esfuerzos a procurar la creación de un nuevo mundo más democrático, justo e inclusivo.

En el desarrollo de nuestras tareas, tendremos también presente que el paradigma al que adscribimos nos impide aceptar la anunciada destrucción del sujeto crítico en beneficio de un nuevo sujeto "posmoderno" aún por definir. En términos de Kant, no todo es canjeable: "todo tiene o bien un precio, o bien una dignidad. Lo que tiene un precio puede reemplazarse por su equivalente; en cambio lo que no tiene precio y por ende no tiene equivalente, es aquello que posee una dignidad."

Al concluir estas palabras, convoco a nuestros jóvenes diplomáticos a brindar sus mejores esfuerzos, creatividad y coraje para hacer realidad el sueño de una América del Sur más solidaria, moderna, integrada y capaz de proyectarse al mundo con el mismo vigor con que, hace ya casi doscientos años, conquistamos nuestra independencia. Si así lo hacen, tendrán derecho a soñar con un país y con un mundo mejor.

Muchas gracias.